Hoy fue el día de nuestro juicio final
hoy te entregaste en cuerpo mente y alma
a la diosa de dioses, a la madre de madres
a la blanca y maravillosa nieve, cocaína.
Dijiste, hoy necesito algo distinto
ya no me satisface llenar de liquido
mis piernas al venirme con los orgasmos
que me provocas, quiero drogarme hasta morir.
La reacción a tus palabras se subió desde mi sexo
hasta mi cabeza, tome al teléfono y ordene
una buena cantidad de cocaína con un distribuidor
la suficiente para que inhaláramos tu y yo, mi amor.
Rápidamente el preciado envio llego
tu sugeriste inhalar al momento
yo sugerí beber la botella que habíamos estado
guardando para aquella ocasión especial
que sabíamos bien nunca llegaría.
Te pareció buena mi idea, bebimos
fumamos, cogimos como dioses en el olimpo
dejaste de moverte, tomaste mi cartera
sacaste el ultimo puto billete que quedaba e hiciste
rápidamente un utensilio para inhalar.
Tu fuiste la primera en hacerlo, luego yo,
escuche de repente un grito tuyo que decía
puta madre, esto es como tocar a dios
mientras que yo lo único que tenia en la mente era
cogerte en la bañera hasta la inconsciencia
Luego de meterme toda esa puta linea de coca
te mire a lo ojos, ojos perdidos en la nada
pupila exageradamente dilatada
como una vil perra moribunda.
La extinción fue inmediata, tu solo soltaste
tu cuerpo, yo con fuerza y furia lo tome a mi antojo
no hubo orgasmos, no hubo ningún gemido de parte tuya
solo un fuerte respirar salia de boca sin palabras.
Luego de aquel acto que considero el mas obsceno
que haiga realizado en mi vida, te aparte de mi
te lance con fuerza al piso y caíste sin poner tus manos
para detener la caída, no gritaste, no lloraste
y por fin me di cuenta que desde que el vendedor llego a casa
tu ya estabas muerta.
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