miércoles, 20 de abril de 2011

Espantaniños




Corría la década de los ochentas. Mi padre rondaba los 30, al igual que yo en este momento. La casa era la mitad de una construcción nueva que se detuvo por falta de plata. Obra negra es el termino que se da acá a una obra arquitectónica sin terminar.




No había estrés, no había problema alguno. Ni siquiera me preocupaba por conseguir chica pues la testosterona de mis testículos aun no hacia lo suyo. No me apuraba no tener dinero, aun que de vez en cuando me afligía al escuchar a mi padre que el no lo tenia, pero me valía madre. No me preocupaba por vestir bien, o vestir mal.




Durante el día asistía a la escuela como millones de niños, adolecentes y jóvenes en el mundo. Aun recuerdo que tenia buenas notas, no se como lo hacia , pero lo hacia, siempre fui el primero de mi clase. Era un talento nato. En la escuela secundaria todo se jodió , pero esa es otra historia.




Al regresar a casa, mi madre, la recuerdo bien, rondaba los 28 años, joven, linda, llena de vida, me esperaba amorosa con la comida lista.




Todo era plenitud, todo era alegría y felicidad. No se en que punto de mi vida me torcí por completo, pero mi niñez es lo único que cuento como vida.




Solo algo interfería en mis sueños, por las noches, alguien me llamaba mientras dormía. Una voz ebria y tétrica entraba por mis oídos. La pesadilla daba inicio. Lamentos y llantos eran el primer acto de mis sueños, muerte y destrucción el segundo acto.




Despertaba a sobresaltos sin molestar a mis padres que disfrutaban uno del otro de su juventud y su matrimonio, que con el paso de los años se jodió también. Una pesadilla, pensaba yo. Me recostaba de nuevo, y escuchaba esa voz llamándome de nuevo, se alejaba como si fuera saliendo de mi habitación y se acercaba poco a poco hasta que me hablaba al oido. Diariamente casi a las 4 de la madrugada, noche tras noche.




Empecé a sentir miedo, miedo de niño, como el que se siente en una película de terror , pero no había película, era real. Una noche, nuevamente a las 4 de madrugada, escuche que la puerta se abrió lentamente, maldito rechinido me entro por las entrañas y me aterroricé por completo. Sentía su presencia maligna al lado de mi. Su voz susurro mis oídos unas palabras que no logre entender, solo sentí su bao helado en mis oídos.




Me cubrí por completo con las sabanas y la presencia maligna estaba ahí, una risa tétrica causo eco en la habitación que se había vuelto helada. Descubrí mi rostro y estaba ahí. El en persona, erguido sobre la cabecera de mi cama, mirada sínica y descarada y su sonrisa malévola.




Fue la única vez que lo vi, luego de tantas noches de escucharlo y sentir esa presencia lo pude ver, no se si fue un privilegio o una maldición que me marco de por vida. Esa noche la recuerdo siempre. Tal vez eran paranoias de un niño lleno de pureza e inocencia. Eso creía yo hasta esta madrugada.




20 abril del 2011 , 4:00 am a pesar del calor infernal de abril mi habitación se volvió helada, mi piel se erizo, inmediatamente mi mente viajo ventitantos años atrás, en segundos me convertí en niño otra vez, llore, llore como nunca y por fin escuche su voz otra vez.




- Siempre he estado contigo.


-Que quieres, que eres, por favor déjame en paz.


-Soy el mal que vence el bien, soy todo lo negro que vence lo blanco.


-Dios por favor ayudame.


-Dios esta ocupado ahora ayudando a las japoneses, tu estas solo.




Por un momento creí que estaba soñando pero no fue así. Era real es real. Ese ende maligno me dijo que vive en mi desde que era niño y que me guste o no somos uno. Juntos formamos los que hoy soy.




Juntos forjaremos vidas de martirios y tormentos.

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