La luna aun no se posaba sobre la noche. Los árboles aplaudían con sus hojas al soplido del viento. El ruido del agua susurraba mis oídos relajando mis músculos, comenzaba a entrar en trance, sin necesidad de hacer uso de alguna droga. Advenedizo hacia pedazos su teclado con sus escritos al otro lado del océano atlántico, su mente perturbada plasmaba sus sueños o pesadillas, o sus vivencias tal vez, en las entradas de su blog. Mierda , me encanta leerle.
Mientras que el caos vehícular y el cibermundo giraban a toda velocidad, yo detenía el tiempo abrazado a la melancolía y me dejaba mimar por la naturaleza. Cuanta tranquilidad y cuanta soledad pintaban un paisaje como para compartir con ella, la tal ella y su ausencia hizo alarde con sarcasmo el advenedizo.
La tal ella, vivía en la ciudad vecina, por las noches asistía a bailar, moviendo su cuerpo voluptuoso y definido en el salón de salsa, en el centro , detrás del templo, donde me citaba , donde me hechizaba. Su belleza era abrumadora. Su padre la abandono a temprana edad forjando así un carácter recio y despreciativo hacia los hombres, pero algo le agrado de mi y no mostró su lado duro.
Comíamos y bebíamos en aquel lugar que la tal ella sugirió. Nos preparábamos para asistir al festival de sangre y muerte de toros, creo que le exitaba presenciar la muerte del animal. Observar como undian la espada en su lomo, como era penetrado por un pene de metal que follaba su corazón provocandole eyacular sangre por el hocico hasta morir.
Una tarde dedicada a ti de mi, una tarde dedicada de ti a mi. Por unos instantes creí que me esperaría el mismo destino que al toro, en tu alcoba, pero me acobarde, no intente ir hacia ti como el toro a la espada.
Ahora imagino lo que no fue, lo que pudo ser, pero no fue. Ahora , aquí en las afueras machaco mi mente con la imagen de tu rostro.
Creo que mejor si buscare algo de droga.
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